
Cuanto más avanzo en mi carrera profesional más presión me dan los “títulos” que obtengo. En cada concierto siento que debo tocar mejor que perfecto (99%) lo cual aparte de imposible no es saludable. Me auto consuelo pensando que esa gran exigencia que me aplico es la que me ha llevado a conseguir estar donde estoy. Pero soy consciente de que es una gran inseguridad disfrazada. Muchas veces me impide disfrutar de la música y del momento presente. Es un círculo vicioso.
El mindfulness me ha ayudado a identificar los pensamientos que causan esta reacción en cadena.
JULIÁN GIL, Jefe de segundos violines de la London Symphony Orchestra